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miércoles, 23 de noviembre de 2011





No es mi problema

Eres una niña. Una niña que duerme con su osito, una niña que con una amplia sonrisa consigue que sus padres le compren lo que ella quiere. Todavía eres una niña. Pero entonces le ves, a él. La razón por la que as dejado de lado a tu peluche favorito, la razón por la que as apartado de tu armario el jersey rosa de punto que te hizo tu abuela las pasadas navidades, y buscas, buscas los pantalones que le dijiste a tu madre que nunca te pondrías porque eran muy pegados, esos que te hacen unas piernas largísimas. Sigues buscando. Lo encuentras. Un niqui negro, pegado y con escote. Apartas las zapatillas a un lado y te coges los taconazos de tu madre. Te falta algo todavía. Sí. Te deshaces las dos coletas caídas que llevas y te a lisas el pelo, “¿Y ya esta? ¿Así se va a fijar en mí? No.” Piensas. Ojos negros, rimel, labios rojos. “Vale, así sí.” 
Sales a la calle y allí esta él, te mira, le miras y sonríes como la niña que eres, y la que seguiras siendo, quieras o no.